Ya empezaba a preocuparle la falta de descendencia a Fernando, que no esperó ni siquiera un año desde la muerte del gnomo portugués para casarse de nuevo, esta vez con su prima segunda (y también sobrina segunda) María Josefa. Con sólo 16 años era una chica tan espiritual que mostró una cierta ingenuidad en su primera noche de casada. Su sorpresa fue tan grande que acabó orinando en la cama, y se negó a los requerimientos de Fernando que con un calentón de cuidado acabó montando un enorme escándalo en palacio. La situación llegó a tal extremo que al final tuvo que intervenir el Papa para que la chica se entregara a los deseos del rey. Murió en 1829, a los veinticinco años de edad, sin haber tenido descendencia.
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