Durante la posguerra algunos españoles utilizaban cebada tostada o cualquier otro cereal para realizar sucedáneos de café. Sin embargo, los cereales también eran un bien escaso, y por tanto aún demasiado caro. Ante la falta de cereales, el sucedáneo de café se realizaba con algarrobas o cáscaras de cacahuetes torrefactas (de ahí el nombre de café de cascarilla).
Ahora la receta:
- 500 gramos de algarrobas (bien límpias) cortadas en pequeños trozos.
- 200 gramos de cáscaras de cacahuetes trituradas.
- 50 gramos de cacahuetes mondados.
- 40 gramos de azúcar
En el tueste está el éxito o el fracaso a la hora de hacer un buen café:
"La forma de tostar se puede hacer de la forma primitiva, a base de una sartén sobre el fuego; se empieza primero por tostar la algarroba, cuando está medio tostada se le unen las cáscaras de cacahuetes y los cacahuetes, no parando de remover el género desde que empieza hasta que se termina el tostado, que es cuando echa mucho humo; referente al humo, el secreto principal de la torrefacción es que salga éste blanco, porque si por el contrario saliera negro, quiere decir que está quemado, inservible, etc.
Cuando el tostado quede poco para estar en su punto, a esta cantidad de género se espolvorea con el azúcar para que lo acaramelice en punto y de brillo a este."
Terminado el tostado se echa el "café" dentro de una lata, mientras se remueve para que quede bien suelto. Tan pronto enfríe ya se puede moler y realizar un magnífico café de guerra de gusto exquisito. Además, si este café se prepara a partir de agua hirviendo con los restos sobrantes de la cafetada anterior el café resultante aún será mucho mejor.
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