Este plan incluía la limpieza, pavimentación y alumbrado público de las calles, la construcción de fosas sépticas y la creación de paseos y jardines. Teniendo en cuenta que en aquella época lo habitual era el gritar "¡agua va!" mientras se arrojaban las aguas sucias desde la ventana a la calle, no parecían malas medidas.
Capa y sombrero
Sin embargo, entre estas medidas el marqués de Esquilache incluyó la renovación de una prohibición ya existente, que pretendía erradicar el uso de la capa larga y el chambergo (un sombrero redondo de ala ancha), vestimentas por otra parte tradicionales de la época. Esta prohibición se basaba en el hecho que estas vestimentas permitían ocultar el rostro y armas a su portador, fomentando así toda clase de delitos y desórdenes.En un clima de escasez de alimentos, estas medidas volvieron al ministro extremadamente impopular, situación agravada por su origen italiano. Esquilache, lejos de amedrentarse, ordenó a los soldados que forzaran el cumplimiento de la orden, sucediéndose pequeños conatos violentos.
El Motín de Esquilache
Esta situación empeoró hasta el punto de que, el 23 de marzo de 1766, un embozado con capa larga y chambergo se acercó provocadoramente a un sorprendido oficial.- ¿No sabe la orden que ha dado su majestad? -le advirtió el oficial que mandaba la guardia.El embozado sacó el arma que escondía entre sus ropas, desencadenando así el motín.
- Sí -replicó-, y no me da la gana obedecer.
¡Muera Esquilache! ¡Viva el rey! ¡Vivan los españoles!Y así comenzó todo. Los incendios de Lavapiés, la toma de la mansión de Esquilache y de la casa de Grimaldi... Este motín pondría en jaque a la monarquía borbónica, y aunque finalmente se saldó con el destierro de Esquilache y una moderación reformista, aún se denomina la pequeña revolución francesa.
Saber más: 1, 2