La Venus del espejo es un tema mitológico recurrente a lo largo de la historia de la pintura. La escena presenta a la diosa Venus en una pose erótica, mirando a un espejo que sostiene el dios del amor, su hijo Cupido.
La interpretación de Velázquez de este tema mitológico es muy provocadora. Velázquez presenta a la Venus tumbada en una cama, de espaldas. De la parte frontal de la Venus solo se muestra su cara, la cual aparece difuminada en el reflejo del espejo.
Se especuló que Velázquez la habría difuminado con posterioridad para proteger la identidad de la modelo (que podría haber sido la madre de su hijo ilegítimo). Sin embargo, recientes estudios indican que el cuadro fue concebido así originalmente.
Como anécdota mencionar que el cuadro La Venus del espejo (Venus de Rokeby) sufrió un atentado en 1914 por una sufragista militante. Mary Richardson asestó 7 puñaladas al lienzo que fue atacado con un hacha corta de carnicero, siendo necesaria su posterior restauración.
La versión de la Venus del espejo de Rubens es una reelaboración de un lienzo de Tiziano. La diosa de la belleza también aparece de espaldas, contemplando su atractivo rostro en el espejo que pone ante sí Cupido, mientras una esclava negra peina sus dorados cabellos.
La postura de la diosa corresponde a los característicos escorzos tan admirados por el pintor flamenco, mostrando también el canon de belleza habitual en sus trabajos. En esta pintura la Venus recibe un potente foco de luz dorada procedente de la izquierda que crea un acentuado contraste con el fondo.
La versión de Tiziano es la primera representación conocida de esta escena mitológica. Esta obra inspiraría más adelante las obras de Rubens y Velázquez, e incluso la obra literaria La venus de las pieles (Venus im Pelz, 1870) del austriaco Leopold von Sacher-Masoch, que sería el origen del término masoquismo.
La figura de Venus, cubriéndose parte del pecho con la mano y el pubis con un rico manto de pieles bordado, se muestra de frente, reflejándose parcialmente en el espejo que sostiene un amorcillo. La luz resalta la blancura de la piel de la diosa, añadiendo un efecto atmosférico a la composición que parece difuminar los contornos.
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