
La longitud de onda, y por tanto el color, de la luz emitida por una llama depende de la composición de la mezcla de gases, de sus proporciones, y de la temperatura de la misma. Así, las partículas sólidas incandescentes del combustible dan a la llama sus coloración característica, desde el rojo oscuro a los 600-800ºC, el naranja y el amarillo en los 1100-1200ºC, hasta llegar al blanco deslumbrante por encima de los 1500ºC.
Así, por ejemplo, cerca del centro de una llama se observan tonalidades más azuladas debida a la alta proporción de oxígeno y mayor temperatura, mientras que en su parte superior se observan tonalidades rojizas debido a la menor temperatura.
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