Los romanos, a la hora de declarar, atestiguaban que decían la verdad apretándose los testículos con la mano derecha (el derecho romano sólo reconocía capacidad de declarar como testigo en juicio a los varones). De ahí el término testificar.
Curiosamente el término testificar se empleó posteriormente por la Iglesia Católica, para definir el juramento en el que se comprobaba el sexo de los aspirantes al papado (aunque esto sigue sin ser reconocido por la Iglesia Católica). Parece ser que el aspirante a papa se sentaba en una silla con un orificio y permitía que sus testículos fueran “palpados” en prueba de masculinidad.
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