Sin embargo, estas teorías no se sustentan si examinamos detenidamente el proceso de evolución de estos órganos. Por ejemplo, el proceso de evolución de un ojo:
Es decir, el proceso de evolución de un ojo consta de las siguientes fases:
- Una zona de la piel del ser vivo se torna fotosensible a la luz, y por tanto si este organismo dependía de la luz para alguna de sus funciones, este nuevo receptor suponía una ventaja. Sin embargo este receptor plano (denominado ojo en placa) apenas ofrece información sobre la dirección sobre la dirección de la que procede la luz. Esto por ejemplo ya ocurre con los seres humanos, ya que somos capaces de "notar" el calor (ondas infrarojas) a través de la piel.
- El receptor primitivo poco a poco pasa a formar parte de un pliegue de piel (invaginación) y pasa a denominarse ojo en copa. Esto supone una gran ventaja, ya que ahora sí puede saber de que dirección procede la luz dependiendo en que parte de los receptores incida la misma. Este esquema aún se puede encontrar en ciertos animales marinos, tales como moluscos y cnidarios.
- El pliegue se continúa cerrando hasta formar una cámara con un pequeño agujero (ojo en cámara). Cuanto mayor es la cámara y más pequeño el agujero de entrada, se produce una mayor sensibilidad direccional de la luz. De hecho, con un orificio lo suficientemente estrecho, se llegaría a formar una imagen proyectada sobre los receptores (tal y como ocurre en las cámaras fotográficas primitivas).
- Inicialmente el contenido de la cámara está formado por agua marina. Sin embargo, con el tiempo (después de múltiples generaciones) un grupo de células epiteliales acaba formando una bolsa transparente. En el interior de esta “esfera de células” queda una matriz extracelular con proteínas y agua.
- Poco a poco esta bolsa evoluciona hasta formar una lente que ayuda a mejorar la proyección dentro de la cámara.
- Hasta obtener el ojo funcional tal y como lo conocemos hoy en día, incluyendo el iris y la córnea.
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