En el año 1453, el último enclave del imperio bizantino estaba siendo asediado por el ejército otomano. No es otro que la inexpugnable ciudad amurallada de Constantinopla (conocida anteriormente como Bizancio y actualmente como Estanbul).
Después de muchos meses de sitio durante los cuales el ejército otomano había asediado la ciudad con cañonazos, debilitando las altas murallas hasta abrir varias brechas, se produjo el ataque definitivo. Miles de enemigos asaltaron la ciudad desde múltiples puntos por tierra y con barcos desde la bahía interior...
En una cruenta lucha, los defensores consiguieron contener desde las murallas interiores la primera embestida. Se lucha cada centímetro, los hombres muertos se cuenta a millares. Los defensores rechazan un segundo ataque... y cuando parecía que iban a poder contener la tercera oleada ocurrió lo impensable.
Los atacantes, que ya habían penetrado la muralla exterior, encuentran una pequeña puerta en la muralla interior, ¡abierta! En un primer momento piensan que esta puerta, con el nombre de Kerkaporta, representa una trampa, una argucia de los defensores. No puede ser que un asedio que ya dura meses, y que alguien se haya olvidado de cerrar esa insignificante puerta.
El desenlace ya es historia. Los asaltantes entraron por esta puerta, y ante esto, los defensores, acosados ahora desde el interior no pudieron hacer nada. Fue la caída de Bizancio.
Fuente: "Momentos estelares de la humanidad" (capítulo 2) de Stefan Zweig.