En este contexto, en julio de 1209 los cruzados atacaron la ciudad de Béziers, en la que habitaban tanto católicos como cátaros. El jefe de los cruzados consultó con el legado papal Arnaud Amairic, abad de Citeaux, y este le contestó:
¡Mátenlos a todos, el Señor reconocerá a los Suyos!
El número de bajas fue de unos 17.000 hombres, incluyendo cátaros y no cátaros.
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