Los tulipanes llegaron a los Países Bajos en el siglo XVII procedentes de Turquía; ahí ganaron popularidad hasta convertirse en un símbolo nacional. Las tierras arenosas de Holanda eran propicias para el cultivo de esta bulbosa.
La aparición de tulipanes multicolor únicos, coloración debida a la infección por un virus que se transmitía por los pulgones, hizo que su precio aumentase paulatinamente. Pronto los tulipanes se convirtieron en signo de ostentación y comenzaron a venderse casas y campos a cambio de un solo bulbo, parecía que la subida de precio de estas flores no tenía límite y la inversión era segura.
El tulipán comenzó a cotizar en bolsa y se generó un mercado de futuros en el que se comerciaba con bulbos antes de que existiesen. La locura alrededor del mercado de tulipanes alcanzó su máximo el 5 de febrero de 1637, día que se hizo la última gran venta: 99 tulipanes de gran rareza por 90.000 florines (unos 15.000 euros actuales).
Al día siguiente medio kilo de tulipanes se pusieron a la venta con un precio de partida de 1.250 florines y nadie pujó por ellos. Los precios comenzaron a caer en picado y la economía holandesa quebró al no poder hacerse frente a las deudas comprometidas para comprar tulipanes y el pánico generalizado.
Hoy en día esta crisis se estudia como un perfecto ejemplo de burbuja especulativa.
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