Para saltar, la pulga se "acuclilla" comprimiendo las bandas de resilina que posee en la base de sus patas traseras. Este proceso se puede realizar gracias a varios mecanismos de enganche que permiten mantener la enorme presión bajo control. Cuando se liberan estos enganches la resilina se expande rápidamente transfiriendo la energía a las patas, lo que resulta en una aceleración de 200 g que puede catapultar a algunas especies a 30 cm en tan sólo 0,02 segundos. En cuanto aterriza, la pulga se comienza a preparar para un nuevo salto. Para que nos hagamos una idea, la pulga de la rata oriental puede realizar unos 600 saltos por hora durante 72 horas sin necesidad de descansar.
La resilina está presente en muchos otros artrópodos, siendo también la responsable del "chicharrear" de la cigarra o de que las moscas y mosquitos puedan batir sus alas hasta 200 veces por segundo. Actualmente ya se está investigando la utilización de esta proteína y sus extraordinarias propiedades elásticas en diversas aplicaciones como material deportivo (calzado por ejemplo) o en aplicaciones médicas (reparación de las arterias, sustitución de discos intervertebrales).
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