La estructura genética de un individuo está compuesta por pares de bases que se agrupan formando genes. Estos a su vez se pueden plegar de distintas formas, pudiendo encontrarse en un estado activo o inactivo.
Mientras que la dotación genética de un individuo no varía a lo largo de su vida, la configuración que establece que genes están activos y cuales no, sí es afectada por factores ambientales, tales como puede ser la climatología, la alimentación u otros elementos. Esto proporciona a los organismos de un sistema de adaptación rápido a factores ambientales, de forma que no es necesaria una evolución a lo largo de varias generaciones.
Sin embargo, sorprendentemente, se ha descubierto que estas alteraciones epigenéticas, es decir, que definen que genes están activos, pueden ser transmitidas a la descendencia. De esta forma una hambruna durante la infancia de una persona puede llegar a afectar a la salud de sus hijos muchos años más tarde.
El término epigenética fue acuñado por C. H. Waddington en 1953 para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos. Sin embargo, la epigenética es una ciencia que se puede considerar en sus primeros estadios y que muestras un enorme potencial. De hecho, ya existen varias compañías farmacéuticas que se dedican casi exclusivamente a desarrollar medicamentos con la capacidad de restaurar los cambios epigenéticos.
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