En torno a 1836, el artista estadounidense Samuel F.B. Morse, el físico norteamericano Joseph Henry, y Alfred Vail desarrollaron un sistema de comunicación por hilos que transformaría el mundo: el telégrafo.
Sin embargo, necesitaban un código que permitiera transmitir mensajes a través de este medio. La idea de Samuel F.B. Morse era diseñar un código para transmitir números, de forma que dependiendo de las combinaciones de números recibidos se podría usar un diccionario para buscar cada palabra transmitida.
Alfred Vail se dio cuenta de lo poco práctico de esta aproximación y extendió el código para incluir letras y caracteres especiales. Para reducir el número de símbolos enviados estudió la frecuencia de aparición de cada letra en el alfabeto inglés, de forma que las letras más frecuentes se representarían con símbolos más cortos (de ahí que la letra e se represente únicamente por un punto). Esta característica hacía la codificación más corta y permitía su uso de manera más general. Sin embargo, el nombre que perdura para este código es el de código Morse.
Bonus: A la hora de determinar la frecuencia de las letras del lenguaje inglés Alfred Vail no necesitó contar las letras de diversos textos. Optó por una solución más ingeniosa y sencilla. Se dirigió a un periódico local en Morristown y preguntó cuantos tipos móviles (fichas en relieve usadas para la impresión) tenían de cada letra. El número de letras se relacionaba directamente con su frecuencia de aparición en el lenguaje inglés, ya que el periódico necesitaba imprimir múltiples textos, y al mismo tiempo no tener muchas letras de sobra.
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